martes, 14 de junio de 2011

AMADEO AVOGADRO

  Aportación de Elena Castilla, Laura Pérez, Silvia Roa, Silvia saizar, Wendy Romero, Rocío Álvarez y María Acuña
El Conde Lorenzo Romano Amedeo Carlo Avogadro di Quaregna e di Cerreto (Vercelli) nació en Turín el 9 de agosto de 1776 y murió en la misma ciudad el 9 de julio de 1856.

En 1789 Amedeo Avogadro se graduó en filosofía, algunos años más tarde en jurisprudencia, y en 1796 obtuvo el nombramiento oficial de doctor en ley eclesiástica, que le permitió desempeñarse en el Ufficio dei poveri y posteriormente en la Avvocatura generale. En 1801, fue nombrado secretario de la Prefectura del Departamento del Eridano (en Francia). Pero en realidad lo que realmente interesaba al joven Avogadro era el campo de las ciencias, y muy particularmente los estudios de física y matemática, enriquecidos por las estimulantes innovaciones de la época.

En 1806, tras un período de cinco años de estudio, fue nombrado profesor auxiliar en el Regio Collegio delle Province de Turín y pocos años después (1809), profesor de matemática y física en el Liceo o Collegio de Vercelli, donde conservó su cargo hasta 1819.
En 1811 enunció la llamada hipótesis de Avogadro: "iguales volúmenes de gases distintos contienen el mismo número de moléculas, si ambos se encuentran a igual temperatura y presión
En 1814, publica  “Memoria sobre las masas relativas de las moléculas de los cuerpos simples, o densidades esperadas de su gas, y sobre la constitución de algunos de sus compuestos, para servir seguidamente como ensayo sobre el mismo sujeto” en el Journal de Physique que trata de la densidad de los gases.
Con la creación de la Universidad de Turín, Avogadro asume la dirección de la primera cátedra de física sublime, que desempeñó tan sólo hasta 1821, cuando, a raíz de los movimientos revolucionarios, se suspendieron muchas cátedras universitarias, sin ninguna consideración por los méritos científicos de los respectivos docente
En 1832 Carlo Alberto rehabilitó las cátedras universitarias suspendidas por su predecesor, y Avogadro, dados sus grandes méritos científicos, recuperó su cargo, que desempeñó desde 1834 hasta 1850, año en que cedió la docencia a su discípulo Felice Chiò.

Su más importante aportación a la química es la llamada hipótesis de Avogadro:

Iguales volúmenes de gases distintos contienen el mismo número de moléculas, si ambos se encuentran a igual temperatura y presión”. Tuvo cuidado en utilizar la palabra molécula donde Dalton había dicho átomo. También el enunciado inverso es cierto: “Un determinado número de moléculas de dos gases diferentes ocupan el mismo volumen en idénticas condiciones de presión y temperatura”. Esta ley suele enunciarse actualmente también como: “La masa atómica o átomo-gramo de diferentes elementos contienen el mismo número de átomos”. A ese número de átomos se le suele llamar “número de Avogadro”.

Y realmente no somos conscientes  de lo que ese particular número significa: es el número de tazas de agua necesarias para vaciar el Océano Pacífico o, si todo ese número fueran céntimos de euro y se repartieran por igual a todos los habitantes de la zona Euro, los haría a todos billonarios en Euros. Pensemos en cualquier persona que haya vivido del orden de 65 años. Imaginemos que todos los átomos que hubiera exhalado esa persona a lo largo de su vida se hubieran distribuido por igual por toda la atmósfera. Pues bien, cada vez que tomamos aire, cada uno de nosotros inhalaría aproximadamente unos 50 millones de moléculas de aire de estas. Así que podríamos afirmar que entre esos átomos se encuentran los respirados por Leonardo da Vinci o Albert Einstein, por ejemplo. A nivel del mar y a 0 ºC un centímetro cúbico de aire (aproximadamente un terrón de azúcar en volumen) contiene 45 millones de millones de moléculas.

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